Cuzco un 14 de febrero

La del Palacio cayó enferma en el Cuzco. Ya fui a comprar antibiótico y mejor, igual o peor tengo que seguir mi camino a Machu Picchu mañana. Ha sido todo un caos la ida, ya les contaré en otro post, porque este se trata de Cuzco.

Hay pocas cosas que les pueda platicar sobre Cuzco que no estén escritas, déjense ustedes en los blogs, en las misas guías. Para mi resulta ser el San Cristóbal de las Casas versión peruana. Es un pueblo-ciudad lleno de maravillas para el turista, calles empedradas, iglesias, casas coloniales, bares, restaurantes, artesanías, e indígenas listos a dejarse fotografiar por unos cuantos soles. También vendedores dispuestos a perseguirte por todos lados para venderte algo, aunque en realidad los más molestos son los de las agencias de viajes, que te quieren vender viajes para todos lados y bajo cualquier circunstancia, incluso en pleno febrero cuando el Camino del Inca está cerrado te ofrecen tours para llegar caminando a Machu Picchu.

Hoy cuando hablé con mi papá me dijo “lo bueno es que te gusta viajar así y toleras las incomodidades”… y bueno la verdad es que para algunas cosas me estoy volviendo viejita cascarrabias, puedo tolerar muy bien un viaje de 12 horas en autobús, pero eso de que me estén persiguiendo por todos lados para que compre algo no es lo mío.

DSC08398Afortunadamente el 14 de febrero, Cuzco me ofreció algo más que turismo y caza-turistas. Entonces, caminaba yo tranquilamente hacía el mercado de artesanías cuando mi turisteada fue interrumpida por una protesta justo frente al Ministerio de Interior. Pero no era una protesta cualquiera, eran cientos de “pablitos” como en el Festival de Coyoriti. Así que saqué mi cámara y me puse a tomar fotos. He visto muchas protestas en mi vida, en mucho idiomas, incluso, pero jamás había visto pablitos protestando.

Tomar fotos fue de lo más difícil, porque cuando me veían con la cámara inmediatamente posaban y se perdía la magia de lo espontáneo. Posaban porque lo que ellos querían es que el mundo se enterara que un tal Carlos Moscoso, candidato a alcalde (no se de qué partido) está haciendo campaña política con el traje de los pablitos y de ninguna manera pueden permitir eso.

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Para las naciones andinas el ukuku o el pablito es sagrado, es el traje que  sólo se usa una vez al año durante el Festival de Coyoriti en el cual durante cuatro días las diferentes naciones peregrinan a Sinakara al nevado de Ausangate (100km sureste de Cuzco).

Pausa porque tengo que explicar muchas cosas.

  1. Ausangate, según la mitología inca de esta montaña es de dónde nace la energía para fertilizar a la Pacchamama, o sea es una montaña sagrada.
  2. Según la Iglesia católica ahí ocurrió un milagro que involucró a un niño indígena y su ganado, uno otro niño mestizo que se convierte en árbol y el otro niño muere de la impresión y entonces a alguien se le ocurre pintar a un Cristo ahí (El Señor de Coyoriti) y entonces las naciones empiezan a peregrinar (estas gentes y sus historias chaquetas).
  3. Cuando llegan todas la naciones a la falda de Ausngate, grupos de distintas naciones suben a la cima (6,370 msnm) y bajan hielo que se cree que es milagroso. Sí está parte nada tiene que ver con el punto 2, pero sí con el 1.
  4. Esta fiesta es considerado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco.
  5. Para las naciones andinas es algo sagrado, doblemente sagrado, es parte de su cosmovisión y de la religión que por la fuerza aceptaron. Y todo lo que tiene que ver con esta peregrinación es sagrado. Sumamente. Mucho. Muy sagrado.

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Así que por eso están muy enojados con el tal Moscoso, por estar mezclando las cosas del César con las de dios (o los dioses) y decidieron salir a las calles portando sus pablitos y danzando como cuando peregrinan. Protestaron con danzas, colores y música y carteles; y a los turistas no nos quedó de otra más que ver su protesta.

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Con mucho orgullo, dignidad y profundo amor a sus tradiciones caminaron-marcharon-danzaron hasta la catedral, la gente se sentó en las escalinatas y disfrutó del espectáculo al tiempo que se enteraba de qué iba todo el asunto.

En cuanto a mi, estoy muy agradecida con la vida y los Andes por haberme dejado ver parte de una tradición que probablemente nunca en mi vida hubiera podido ver.

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Y aunque me encantan las protestas no podía estar todo el día en una protesta que ya entendía de que iba, así que decidí subir al Cristo Blanco en el cerro de Pukamoq, para hacer fotitos turística, para cuando regrese al centro, la ciudad ya era toda de los que celebraban San Valentín, por todos lados habían corazones y ya no habían pablitos.

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