Antes los malos eran los independentistas, luego los revolucionarios, luego los rojos, luego los terroristas; hoy los malos son los ciudadanos.
Hoy lo que pasa en el mundo me supera, no me alcanza el día para enterarme y entender lo que pasa. Hoy Egipto vota otro referendum constitucional, en Hamburgo sigue el toque de queda, en Burgos siguen las protestas y la represión desmedida porque los vecinos se niegan a que transformen una calle en bulevar; y en México… en México hace 13 meses que se dejó de hablar de la guerra contra el narcotráfico a pesar de que en este tiempo han habido 15 mil muertes, en México ahora la guerra es contra las personas que han decido proveerse, por sus medios, la seguridad que el Estado no ha sido capaz de brindarles en los últimos siete años (tal vez me quedo corta).
Hace dos años la página de Factbook del Ocupa Barcelona se dedicaba a postear fotos sobre las protestas en el mundo, en las escribían el país o ciudad en la que se da a protesta y los motivos. Hace muchos meses que dejaron de explicar por qué protestan las personas de las fotos que postean, ahora ya solo ponen “protestan por lo mismo que protestan en todo el mundo”. Y es que seguirle el paso al motivo de las protestas se ha vuelto complicado, porque resulta que en el siglo XXI la gente ya no sale a protestar para exigir sus derechos, para pedir aumentos de salarios, para que se legalice alguna práctica. No, ahora las protestas que son brutalmente reprimidas, son porque quieren convertir un parque en un centro comercial o porque quieren que una calle se convierta en bulevar o porque quieren desaparecer el centro cultural de la ciudad.
La policía alemana, la semana pasada durante las revisiones en Hamburgo decidió decomisarle a una joven una escobetilla blanca, de esas que se usan para limpiar al baño, la consideró “un arma para la lucha cuerpo a cuerpo” (supongo que les molesta que el ciudadano limpie la mierda). Si nos ponemos realmente estrictos siguiendo este planteamiento, los zapatos, hasta los calzones que llevamos pueden ser considerados armas. Cuento esta anécdota porque de momento es el ejemplo perfecto del mundo irreal en el que vivimos: el ciudadano es el mayor peligro al que hoy las democracias se enfrentan.
Todos los días nos machacan en los medios la democracia, el estandarte favorito de los gringos. Vivimos en un mundo en el que nos han hecho creer que la democracia empieza y termina en las urnas, nos han hecho creer que en las democracias el pueblo no tiene derecho a protestar, que democracia significa obedecer sin cuestionar y sin margen para cambios lo que el Estado y sus representantes dicen. Nos han hecho creer que los únicos que pueden decidir el rumbo de un país son los gobernantes, los legisladores, los miembros del gabinete; que el ciudadano no sabe que es lo mejor para él y los suyos. También nos han hecho creer que la única forma de mantener la estabilidad social dentro de un país es con el uso de las fuerzas públicas, nos han vendido el cuento de que las fuerzas públicas, desde el ejercito hasta el oficial de tránsito, están ahí para defender y proteger al pueblo del pueblo. No nos han explicado que la democracia es un gobierno por y para el pueblo.
Hasta la década pasada el gran negocio del mundo eran las guerras, sobre todo el armamento que se fabricaba, vendía y compraba para llevarlas a cabo. Hoy ya no hay tantas guerras, hoy se fabrica, vender y compra armamento antimotines para ser usado contra aquellos que osan no estar de acuerdo con las medidas tomadas por los gobierno democráticos.
Hoy en el mundo las noticias van de un grupo de violentos desestabilizadores con fines oscuros, que nadie logra entender, que se enfrentan a pedradas y bombas molotov contra un gobierno democráticamente electo que sale a los medios a dar declaraciones en tono de papá de los años 70s del siglo pasado: “no vamos a dejar que hagas lo que se te pegue la gana, yo se lo que es mejor para ti”.
Hace décadas el problema en muchos lugares eran la bola de revoltosos, desgraciados y oportunistas que se querían independizar, luego el gran problema fueron los comunistas que se querían quedar con los bienes y propiedades de los burgueses (bueno, hasta la fecha ese sigue siendo el problema de muchos), luego el problema fueron los terroristas, poco a poco se han ido agotando los problemas, por eso hoy el gran problema es el ciudadano que no está de acuerdo, porque vivimos en una democracia en donde se votan a los dirigentes, entonces ¿a quién se le ocurre ir en contra de lo que un gobierno democráticamente electo decide? Hay que estar mal de la cabeza y hay que ser violento y tener fines oscuros y complotiles para poder estar en contra de nuestros gobiernos y sus bien intencionadas decisiones.
No hemos entendido que nuestro papel es producir y consumir, lo demás es asunto de los que saben, que por eso votamos por ellos. Así, desde hace tiempo he asumido que soy el principal enemigo de mi gobierno por no estar de acuerdo con su forma de entender lo que significa una democracia. Y no, no me molesta ser la villana de su película, prefiero ser la mala que tener un personaje irrelevante que pase sin pena ni gloria.